El Camino del Colibrí es un homenaje a la libertad de pensamiento y al espíritu renacentista y humanista. A esa amplitud de conocimiento que podía abarcar numerosas disciplinas y que hemos perdido por el camino en pro de la especialización -y la estupidización, como diría Charlotte Iserbyt, paladina de la educación que se perdió. También es un camino de autoconocimiento, de experimentación consciente diaria y análisis objetivo y crítico de lo que sucede a nuestro alrededor en todo momento. Pero a su vez está libre de toda restricción o norma, ya que cada uno debe dirigir el rumbo hacia donde estime oportuno, de modo que no hay reglas.